Una reflexión acerca de la multiculturalidad
Por: Sashantia Julia Romero
Twitter: @Sashantia1
Desde que nacemos se nos enseña a etiquetar, es más, vivir sin etiquetas en este mundo es casi imposible. Las etiquetas pueden ser desde juicios acerca de los comportamientos sociales como que los Alemanes son puntuales, que si en México somos desordenados, que si en Estados Unidos son estrictos, que si los Japoneses son limpios, etc., o describen también reglas de comportamiento social que nos dan pautas de cómo convivir en otros círculos culturales, étnicos o incluso familiares. Entonces surge la pregunta de cómo nos podemos guiar cuando cada día tenemos más contacto con personas o influencias de otros países, culturas, religiones y formas de pensar? Hacia dónde nos llevan las ciudades donde la realidad social es multinacional, multicultural y multilingual? A través de éste artículo entraremos en un viaje a una ciudad emblemática, revolucionaria, y llena de contraste, para compartir algunas de las principales discusiones y situaciones cotidianas sobre la multiculturalidad en Berlín, una de las ciudades más diversas del mundo.
Berlín es la capital de la multiculturalidad, diferente de la mayoría de las capitales Europeas, por no decir opuesta. Desde su origen fue planteada para ser un lugar donde diversas culturas fueran bienvenidas. Siendo la capital de Prusia, los Kaisers de entonces dedicaron tiempo incluso a construir iglesias y mercados para los distintos inmigrantes que se integraban a su sociedad. Pueba de esto es el Gendanmenmarkt, donde se dio la bienvenida a cerca de 8 mil franceses que entonces representaban una tercera parte de la población. Los prusianos les construyeron una iglesia que fuera del mismo tamaño de la iglesia alemana, donde la misa se celebraba en francés. Entre las dos iglesias había un mercado y después se construyó un teatro que hoy en día es una casa de conciertos. Crearon espacios donde todos pudieran celebrar sus costumbres, como también espacios comunes para compartir. A éste lugar se le llamo Gendanmenmarkt o Mercado de los Gendarmes, en honor a los inmigrantes franceses.
Berlín nació para ser una continua celebración de la diversidad humana. Es por eso que el holocausto marcó un momento histórico tan importante en la historia de Alemania y los reinos que la conformaron como país. El holocausto fue el intento de exterminar la diversidad humana y basó toda su ideología en el concepto de etiquetar y jerarquizar, es decir, darle un valor a ésas etiquetas sociales.
La realidad multicultural y los aspectos del yo
Según el autor filósofo moderno alemán Richard David Precht, en su libro Quién soy yo, y cuando ya…cuántos? las nuevas preguntas que la filosofía moderna se tiene que plantear ya no tienen que ver con si existe un yo (concepto que está completamente asumido en nuestro tiempo ) si no cuántos yóes tenemos cada uno y cómo interactúan nuestros yóes en la realidad multicultural, incluso cuáles de esos yóes realmente nos perteneces o nos son heredados a través de la familia y la cultura.
Pero para poder visualizar en concreto la realidad multicultural y sus aspectos, retos y oportunidades, es preciso primero definir los yóes y la identidad de los individuos, y descartar la ilusión de un único yo para abrirnos a nuestra propia multidimensionalidad.
Para eso volvemos al tema de las etiquetas. Desde el momento en que un bebé nace comienza el proceso de etiquetar. Se le da un nombre, una nacionalidad, los padres definen incluso su identidad, si es niña le comprarán todo rosa, si es niño le comprarán todo azul. Si la familia le va al América, le comprarán una camisetita del América, si tienen algúna religión pues lo bautizarán, si nace en México hablará probablemente español, sin nace en Francia pues francés, etc. Y así, a ése pequeño individuo se le colocan una serie de etiquetas que marcan la pertenencia a diversos grupos culturales, familiares, sociales, religiosos, y le indican también comportamientos, responsabilidades, etc. Eso no es en sí algo negativo, pero se vuelve una carga cuando se toma una de ésas dimensiones como verdadera y no le da lugar a las otras dimensiones del ser para desarrollarse. Es decir, se pierde de vista que aún cuando pertenecemos a grupos, cada ser humano es un ser único e irrepetible, y no es el clon o consecuente de sus padres. Por lo tanto no es necesario que repita su historia, pues aún cuando compartimos ciertos aspectos culturales cada quien tiene su propia historia. Esa es una de las razones por la cual nos cuesta tanto trabajo encontrarnos a nosotros mismos, cuando nunca hubo espacio para descubrir quiénes somos. Muchas veces la idea que tenemos de nosotros mismos es lo que nos impide descubrir quiénes somos, cuáles son nuestros talentos y virtudes, incluso nuestros miedos más profundos. Porque éstas estructuras que mencioné, que solo son estructuras y sirven para darnos un poco de orden en la existencia se hacen muy rígidas tanto en un nivel nuclear o micro como a nivel cultural o macro. Qué pasaría si en lugar de etiquetar sin conciencia a ese bebé nos permitiéramos también descubrir quién es? Ése bebé somos nosotros mismos.
Vivir la cultura desde sus aspectos multidimensionales
Si nosotros somos multidimensionales la cultura también lo es. La mayoría de las veces lo único que nos limita es lo que nosotros pensamos de nosotros mismos, a veces por comodidad, a veces por miedo, a veces por tradición. En una ciudad como Berlín, donde se hablan 180 idiomas, donde de pronto no sabes ni donde estás, si en París, Madrid, Estambúl o Londres la multiculturalidad se vuelve una interacción cotidiana porque es imposible mantenerse cerrado. Hoy en día se habla por ejemplo de las sociedades paralelas, refiriéndose a grupos étnicos dentro de la sociedad que permanecen cerrados a su propia cultura. Pero eso en realidad es un mito, porque por más cerrados que sean esos grupos, el simple hecho de convivir diariamente con personas de todo tipo de orígenes, estilos, edades y formas de pensar tiene una gran influencia sobre sus vidas. Y éste tipo de encuentros con tantos seres tan diferentes, olores, sabores, colores, lenguajes y formas de ver la vida es lo que definitivamente hace tan fantástica a Berlín.
El aceptar nuestra multidimensionalidad nos libera, nos permite sentir más, nos forma estructuras flexibles que se adaptan a quienes realmente somos y lo más importante de todo nos ayuda a mirar la multidimensionalidad en otros. La identidad es mucho más que la edad, la nacionalidad, el estado socio-económico, la profesión o el apellido. Son las experiencias que vivimos y lo que decidimos hacer con ellas. Nadie nos puede privar de amar y nadie nos puede privar de abrirnos a nuevas realidades. Eso es una decisión personal y hay mucho que ganar, pues es la diversidad lo que hace único a nuestro mundo.